maria zanutti, 2004, 1m x 1,50m. |
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miércoles, noviembre 07, 2012
Ciudad Roja
A Miguelito en el día de su muerte.
Estabas envuelto,
cuando pordiosera
tome tus manos.
Dormías el sueño de los aedos,
como paloma confiada,
como trenza indígena,
como albor,
como araucana.
Como roja maldición,
de triste color.
Con heridas abiertas
y parajes deshabitados.
Único.
No estabas,
cuando el día cambió de color.
Era rojo,
hoy es pardo.
Tu imagen se borra,
da grandes pasos,
ya ni las conjeturas le alcanzan.
No la
reconocen.
Tu belleza
se esconde tras los vientos del norte.
Mil quinientos argumentos,
se refugian en los recuerdos.
Es inútil,
aún más allá,
es inútil.
He quemado sentimientos:
un millón setecientos veinte,
con esta pluma de fuego.
De transición.
De olvido.
Maté el miedo.
No quedó nada.
Cien años de aliento.
De tu amor geográfico.
De tu suma de mundos.
De tus tardes de mapas.
De
mi tatuaje de olvido.
Dónde está tu follaje,
tu curva inconsciente,
tu cielo de edades.
Tu novela se pierde,
se agota,
da vueltas,
se emborracha.
Dónde está la lira,
de promesas y mañanas.
De catedrales.
De esperanza amoblada.
De cirios de lluvia.
¿Dónde
está?
Tu ángel no me habla,
no le escucho.
Se ha colocado en el espejo,
como soldado fantasma.
Vaga desorientado,
entre los preludios
de cristales finales,
entre llanuras sin agua.
Sin ardores.
Sin cielo.
Le veo desgreñado,
huye hacia el poniente.
Le hablo.
No escucha.
Está delgado,
sin alma,
con su forma ingenua
y un jadear pesado.
Está
lejos de la vida.
Lejos
de la muerte.
Sin rostro.
Mustio.
Desamparado.
Desde mi día
pardo,
Observo su
sueño rojo.
(1993)
Ciudad Muerte
Ciudad de Saudades
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