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Fabrini |
Ni el paganismo,
Ni la gloria de los encantos,
Ni el incienso,
Ni la llaga peremne de las cadenas,
Ni las rosas,
Ni la espera ausente.
Ni la luz del idealismo,
Ni el carbón,
Ni las horas
Comparten tu ausencia,
Esa que deja asombro en el alma,
Huellas,
Cantos
Y una boca
Descuidada en los instantes.
En el alba,
En la savia que recorre la carne.
Sombras erizadas,
Magulladas
Rasgan tinieblas.
Sombras hambrientas
De tus manos,
De irrealidades,
De ráfagas de aire,
De tu espíritu dibujado.
El cansancio
Invade mi contorno,
Lo deja suelto,
Deforme
Como recuerdo.
Huérfano ladrando crepúsculos.
Esta espera,
Obscura,
Desnuda,
Sacra,
Ardiente y desmedida
Como calvario de versos,
Con signos y silencios.
Te confundo en las palabras cortas.
Escucho a lo lejos
Que llora un violín,
Con tanta pobreza,
Como nuestra miseria.
Ya ves...
Ni la fe
Saeta de esperanzas.
Ni el delirio,
Roedores del deseo.
Ni la locura,
Ésta,
Inocua,
Que se apropia de los miedos.
Ni la madera húmeda de tu voz.
Ni los arrullos.
Ni la garganta llena de auroras.
Este espacio,
Ridículo,
Que transforma la materia.
Que se hace circulo,
Perfecto,
Impenetrable.
De iglesias.
De mitos.
De alma lacerada.
Este espacio que no te devuelve,
Que te aleja.
¡Este espacio!
Que se adivina como un misterio.
Sin respuesta.
Más allá de mi bien,
Más allá de los males.
Se alza,
Vibrante,
Crece,
Se expande,
Sobre el ángulo obscuro,
Sobre el polvo,
La espera,
Desnuda,
Sacra,
Como calvario de versos.
(año 1996)